Sentir la textura.

Hacerme parte de la flor.

Ser cala.

En la antigua Grecia, Kallós, se usaba para denominar la belleza suprema.

La fotografía como gesto para mirar, ser mirada.

Una brújula hacia la belleza. Hacia la verdad.

Ver la pared rosa de un cuarto sin usar como telón.

Sentir la textura.

Los tonos de blanco según la luz.

No pretender más que ser cala. Kallós.

Y darme cuenta, una vez más, que la cámara -y la fotografía- es solo un gesto.

No retrata la belleza. Sino el encuentro con ella.

 

[Autorretrato. Marzo 2025. Bergara en lo de Nestor y Lucio ]

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